Hoy en día es algo más que conocido que el marketing de contenidos está en alza, y todo indica que adquirirá más importante en el futuro, por lo que las marcas, según muchos estudios, afirman que aumentarán su presupuesto para ello durante el próximo año.

Sabemos bien que el contenido es importante para posicionarnos como expertos, y, por supuesto, para que los usuarios se enganchen a nuestra marca, lo que, en ambos casos, mejorará considerablemente nuestra imagen de marca.

El contenido es el mensaje que transmitimos. Y, como en todo proceso comunicativo, nuestro mensaje tiene que ser claro y simple. No podemos intentar usar artificios extraños para impresionar con nuestra verborrea a los usuarios, puesto que, probablemente, si lo hacemos, seremos percibidos como charlatanes sin sustancia, o, si realmente controlamos el tema, seremos difíciles de leer y de entender. Os pongo un ejemplo de mi vida: hace poco fuí al veterinario para llevar a Neo, el perro de mi madre, a una revisión de los ojos. El veterinario me explicó que el problema que tenía en el ojo se debía, probablemente, al sarro que tenía en los dientes, pero no me enteré de lo que me quería decir, porque empezó a hablarme con tecnicismos que, obviamente, yo, que no soy médico, no entiendo. El compañero, al verme con cara de extrañada, me lo tradujo.

No podemos crear un mensaje que no cumpla su cometido, que no es otro que ser comprendido por el receptor.

El mensaje que no impacta se diluye entre la gran cantidad de información que circula por la web, motivo por el cual el usuario tiene que sorprenderse cuando oye algo. Nuestro mensaje tiene que ser inesperado, poco común, para que así el usuario nos preste toda su atención.

Esta técnica se utiliza mucho en publicidad, ya que la publicidad sigue esta misma máxima, la necesidad de impactar, aunque, en este caso y en mi opinión, se cae en mensajes que no son demasiado adecuados.

Un buen mensaje tiene que ser muy concreto y generar tres cosas, una imagen mental, una imagen en nuestra retina y una demostración física de la misma. Para crear una imagen mental necesitamos usar descripciones vivas para crear un buen impacto, dinámicas, mientras que para la imagen visual, las escenas son mucho más efectivas que un argumento sin fundamento. A veces, las acciones hablan más fuerte que las palabras, lo que supone una demostración física. Si crees que un coche no es seguro, lo mejor es reunir un grupo de expertos y hacer valer tu opinión.

Por otro lado, un mensaje tiene que transmitir credibilidad, una credibilidad que la audiencia tiene que comprobar por ella misma, así como transferir esa credibilidad desde otros dominios.

El componente emocional es fundamental e inherente al mensaje para que impacte mucho más en la mente de nuestro usuarios. Lo puramente emocional se ve mucho más reforzado si vemos el optimismo, imágenes y conceptos positivos, así como apelar a las emociones ya fijadas en los usuarios. Un claro ejemplo es el discurso de Martin Luther King “Tengo un sueño”, pronunciado en las escalinatas del monumento a Lincoln durante la marcha a Washington en 1963, del que recojo un extracto como ejemplo:

“Sueño que un día esta nación se levantará y vivirá el verdadero significado de su credo. Afirmamos que estas verdades son evidentes: que todos los hombres son creados iguales.”

Sin duda, son palabras con una emotividad y positividad increíbles. Y es que nuestro mensaje tiene que contar una historia. De esta manera, impactaremos al usuario.

¿Cómo es el mensaje que comunicas? ¿Qué transmite?

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