Es el maravilloso mundo del freelance, en el que hay quien, no todos afortunadamente, te contrata, eso sí, sin un contrato, para hacer un trabajo y a la hora de cobrarlo encuentras mil dificultades, si es que llegas a percibir esa retribución. A todos nos han dejado a deber alguna factura que otra, a mí la primera, como ya conté en un post de hace ya algún tiempo.

Aunque, como digo, no es algo que pase siempre, hay demasiados casos en los que un profesional desarrolla un trabajo para clientes y acaba sin cobrarlo. No son casos excepcionales, por desgracia.

Siempre he criticado la desprotección del profesional independiente en este sentido, y la dificultad que tiene no sólo para encontrar clientes, sino para que paguen sin ningún problema, sobre todo, teniendo en cuenta la situación económica actual y que estas personas se amparan en ello para no pagar los servicios realizados.

Esto es lo que me pasó a mí con un restaurante de Sevilla, un Tex-Mex situado en uno de los barrios más señeros de la ciudad. Conocí al dueño durante una cena en el mismo restaurante, el cual me recomendaron unos amigos, y hablamos de las posibilidades que había en el Social Media para el negocio, que si os digo la verdad, tenía muchísimo potencial.

En fín, unos días más tarde, ya estaba trabajando en la nueva web del restaurante, trabajo por el cual recibí un adelanto con la promesa de cobrar más tarde por dificultades económicas, y gestionando las redes sociales del mismo negocio.

En un momento determinado, el propietario del bar decidió cerrarlo, dejándome a deber una cantidad considerable y diciéndome que me pagaría al recibir la devolución de Hacienda. Eso fue ya hace más de un año, aunque eso no es lo más indignante. Intentando localizar a este hombre, nunca me devolvió una llamada, un mensaje o un mensaje via Facebook, escondiendo la cabeza como un avestruz, y teniendo que enterarme por otra persona que la sociedad en cuestión se encontraba en situación pre-concursal.

En aquel momento no me pareció honrado, ni ahora tampoco, que no me diese ningún tipo de explicación, y, sinceramente, ese dinero sé que no voy a cobrarlo, pero aquello me enseñó dos cosas: las cosas claras y el chocolate espeso, o lo que es lo mismo, todo por escrito y firmado.

Me enseñó que es posible tener que pagar impuestos por facturas emitidas sin haberlas cobrado, lo que me llevó a decidir emitir a los clientes Facturas Proforma, y una vez realizado el pago, emitir la definitiva, de esa forma, al menos, no pagas impuestos por algo que no has cobrado, y, la otra cosa, a realizar contratos con los clientes en los que se especifiquen los términos del acuerdo laboral entre ambas partes.

Un contrato firmado entre tú y tu cliente hace más complicado que el trabajo se quede colgado, generalmente, es un buen arma disuasoria para aquellos clientes que tienen pensado no pagarte. Yo me he encontrado clientes que no han querido firmar durante largos periodos de tiempo, y mi alternativa ha sido firmar de mes en mes.

El contrato no es infalible, pero sí útil.

A la hora de subcontratar un servicio a otro profesional también es recomendable utilizar este tipo de documentos para evitar problemas, aunque sea alguien con quien tengas confianza. No se trata de desconfiar, sino de ser precavido.

¿Has tenido problemas de este tipo?

 

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